Vivimos en un tiempo en el que la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en parte de la vida cotidiana de niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Aunque muchas personas adultas aún la perciben como algo lejano o novedoso, para las generaciones más jóvenes se ha integrado con sorprendente rapidez como un recurso conectivo: un espacio donde conversar, sentirse acompañadas y expresar lo que no se atreven a contar en su entorno.
¿Por qué acuden las y los jóvenes a la IA?
- Disponibilidad inmediata: está siempre ahí, a cualquier hora, sin juicios ni condiciones previas.
- Seguridad percibida: hablar con una máquina parece más seguro que exponerse a la crítica o incomprensión de las personas adultas.
- Anonimato y control: pueden mostrar partes de sí mismas sin miedo a consecuencias sociales.
- Validación del malestar: suele responder con empatía y reconocimiento, algo que muchas veces falta en la interacción humana.
“Prefiero escribirle a chatgpt lo que siento porque nunca me dice que estoy exagerando. Con mis padres me cuesta, siempre parece que tienen prisa o me dicen que no es para tanto.” (Jonás, 16 años)

La paradoja de la conexión digital
Este acceso constante genera una paradoja: cuanto más buscamos conexión en lo digital, más riesgo existe de desconexión humana. Al no ejercitar habilidades relacionales reales (escucha, confrontación respetuosa, regulación de la frustración), se incrementa la sensación de soledad cuando se apaga la pantalla. La IA puede convertirse en un refugio que calma de manera inmediata, pero no enseña a afrontar la complejidad de las relaciones vivas.
Ejemplo cotidiano
Una adolescente dedica horas a chatear con una IA que le responde con paciencia. Se siente comprendida, pero cuando se enfrenta a una discusión con su mejor amiga, se bloquea: nunca ha entrenado la capacidad de confrontar ideas o sostener el desacuerdo sin romper el vínculo.
Lo que la IA puede (y lo que no puede)
- Lo que sí hace bien: escuchar sin interrupciones, validar emociones, ofrecer información estructurada, acompañar en momentos de desahogo inicial.
- Lo que no hace: cuestionar creencias limitantes de fondo, confrontar narrativas dañinas, ofrecer un vínculo humano auténtico que implique mirada, tono, gestos, complicidad y límites, tener en cuenta los contextos, los sesgos cognitivos.
El riesgo es que jóvenes y adolescentes confundan la validación automática con un acompañamiento real. La Inteligencia artificial reconoce el dolor, pero no lo transforma.
“Cuando hablo con la chatgpt siento que me entiende, pero luego sigo igual. Me calma en el momento, pero no me ayuda a saber qué hacer con lo que me pasa.” (Laia, 17 años)
Ventajas y limitaciones de las herramientas digitales
- Ventajas: accesibilidad, inmediatez, apoyo básico en momentos de crisis leve, posibilidad de organizar ideas o buscar recursos.
- Limitaciones: falta de personalización profunda, ausencia de corporalidad y vínculo humano, riesgo de dependencia digital, posibilidad de reforzar sesgos o pensamientos disfuncionales.
Retos y desafíos actuales para la juventud
- Sobrecarga emocional y cognitiva: exceso de estímulos e información sin tiempo para procesar.
- Soledad y aislamiento: más conexión digital, pero menos contacto real y sentido de pertenencia.
- Presión social y comparativa: redes sociales como escaparates de vidas ideales que intensifican la autocrítica.
- Falta de referentes adultos disponibles: padres y madres desbordados, docentes saturados, poca cultura de escucha sin juicio.
- Acceso a recursos digitales antes que a espacios humanos seguros: aparece como “refugio rápido” frente a la lentitud de los procesos terapéuticos o educativos.
Caso real
Un joven de 15 años empezó a usar la IA para desahogarse tras sufrir bullying. Aunque encontraba consuelo inmediato, no pidió ayuda en casa hasta que su madre notó cambios en su sueño y en su forma de relacionarse. El acompañamiento familiar y la intervención de su tutor en el instituto marcaron la diferencia.
Qué pueden hacer madres, padres y tutores
- Observar señales de aislamiento: menos interacción social, cambios en hábitos de sueño, alimentación o estado de ánimo.
- Abrir espacios de conversación sincera: preguntar sin juzgar, escuchar sin prisa, mostrar interés genuino.
- Validar emociones sin minimizar: frases como “entiendo que lo estés pasando mal” o “me importa cómo te sientes” son semillas de confianza.
- Ofrecer acompañamiento real: proponer alternativas humanas (terapia, grupos de iguales, actividades presenciales).
- Educar en el uso crítico: enseñar a diferenciar entre apoyo digital y vínculo humano, y a usar la tecnología como herramienta, no como sustituto.
- Cuidar el propio ejemplo: mostrar con la práctica cómo se gestionan emociones, se conversa y se pide ayuda.
Testimonio parental
“Al principio pensé que era una moda más, pero luego descubrí que mi hija hablaba más con chatgpt que conmigo. Eso me dolió, pero también me hizo darme cuenta de que tenía que estar más presente y dejar de dar respuestas que la hacen sentir que no la escucho.” (Ana, 44 años)
Conclusión
La Inteligencia Artificial es un espejo amable, pero no sustituye el calor de una mirada, la pausa de un abrazo o la sinceridad de una conversación en persona. Para la juventud, la tentación de refugiarse en lo digital es comprensible; para las familias, el reto es mayor: ofrecer una presencia humana que compita en cercanía, pero que gane en autenticidad.
La prevención no está en prohibir el acceso a las herramientas digitales, sino en acompañar, comprender y fortalecer los vínculos reales que ninguna máquina podrá imitar.
Si crees que tu hijo o hija puede estar necesitando ayuda, no dudes en contactarnos.


